Corría el año de 1951. En una pequeña calle cerca de la playa de caleta vivía doña Esther Cortés, maestra con una escuelita para niños discapacitados. Su esposo era Don José Cortés, artesano y maestro de primaria.
Un día Doña Cortes le pidió a don José Cortés que le ayudara a sacar fondos para mantener la escuelita ya que carecía de apoyo, era una escuela meramente sostenida por vecinos para cuidar y educar a los niños que no podían ir a escuelas regulares.
Don José escuchó el mensaje y se puso a trabajar. Habló a sus dos mejores amigos, Jacinto, que era panadero y Asunción, que era albañil. Don José les comentó que lo ayudaran para ver de qué manera podía sacar ingresos para sostener la escuela. Un día el panadero llegó a la junta con asunción y don José, el panadero llevaba su ración de pan diario para vender. Comúnmente los panaderos de la costa de guerrero tenían un aro de varilla en forma de huevo donde en el centro flotaba un aro mas pequeño amarrado con henequén, y entrelazaba el aro pequeño con el aro grande por toda la circunferencia. Entre las cuerdas los panaderos solían entrelazar sus panes y bolillos, cada tira de cuerda de ida y venida hacia tensión y con ésta, el pan se sostenía muy bien poniendo hasta 40 panes. Esta herramienta se la ponía el panadero en el hombro y le llamaban Huaculetes.